Los humanos no somos la única
especie capaz de comunicarnos con nuestros semejantes por medio de un lenguaje
sonoro, los delfines utilizan un sofisticado sistema de comunicación.
Las investigaciones más
serias sobre estos otros lenguajes comenzaron en 1.950 con el neurofisiólogo
estadounidense John C. Lilly en las Islas Vírgenes. Lilly llegó a la conclusión
de que los delfines poseen dos sistemas de comunicación: el primero propiamente
verbal, mediante la emisión de unos silbidos a través de sus espiráculos
nasales. Este tiene lugar casi siempre en el agua, aunque en presencia de seres
humanos pueden emitir sonidos a través del aire. El otro se basa en una serie
de chasquidos que configuran un sistema de comunicación semejante al radar o
sonar de un barco.
El delfín junto con otros
cetáceos pueden determinar no sólo la distancia y el rumbo, sino también el
tamaño, la forma, la textura y la densidad de los objetos. Una sola sucesión de
ecos produce una compleja imagen mental de un objeto, pudiendo identificar
objetos incluso a oscuras.
Existen al menos cuatro tipos
de información en el eco: la dirección de la cual procede, el cambio de
frecuencia, la amplitud del sonido y el tiempo transcurrido entre la emisión y
el retorno. Mientras el delfín explora, determina la dirección que siguen los
ecos que regresan y, de este modo, la orientación del objeto que desea
examinar. Los cambios de frecuencia hablan de su tamaño y su forma. La amplitud
del sonido y el tiempo transcurrido dan indicios sobre la distancia.
Las frecuencias bajas tienen
largo alcance pero no son direccionales, sin embargo los ecos de alta
frecuencia sirven para corto alcance pero alta definición.
A diferencia del sonido de
alta frecuencia, es probable que las vibraciones de baja frecuencia se reciban
primero en el oído interno. Para poder recibir e interpretar todos estos ecos,
el cerebro del delfín tiene un lóbulo auditivo mucho más grande que nuestro
cerebro.
El lenguaje
La capacidad para expresarse
oralmente aparece en los animales cuando el cerebro alcanza entre 700 y 800
gramos. El cerebro ha de tener también un tamaño que le permita absorber,
almacenar y recordar todos los elementos del lenguaje y una capacidad
ordenadora para elaborar significados a partir de la experiencia y
transformarlos en sonidos.
Los primates poseen un cerebro
de entre 350 y 400 gramos, sin embargo, el cerebro del delfín puede llegar
hasta los seis kilos. Y lo que es más importante, en estos cerebros se ha
detectado la existencia de zonas silenciosas en la corteza cerebral que no
aparecen en ningún otro animal a excepción del hombre. Estos animales también han
desarrollado extraordinariamente esta capa, donde reside el intelecto o la
razón, colocándolos, al menos en teoría, muy por encima del resto de los
animales en cuanto a capacidad intelectual.
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